de Carlos Ares - dirección: Corina Fiorillo


adn Cultura - sábado 13-06-2009

"El teatro es cuerpo, sangre y alma"
En el transcurso de tres años, Carlos Ares entrevistó a sesenta actores para su programa Troesma , que se emitió por Canal 7 y Canal (á). Aquellas charlas centradas en el oficio de la actuación le despertaron curiosidad por el teatro. Mientras sumaba anécdotas e historias de vida, investigaba a autores y leía textos teatrales, el periodista comenzó a ver toda clase de obras. "Algo de ese mundo me afectó -recuerda-. No podría explicar con exactitud por qué, pero me puse a escribir el monólogo de una actriz y luego, a pensar qué pasaba antes y después. Eso me llevó a desarrollar la historia de una pareja de actores que se reencuentran para saldar viejas deudas." Así surgió Big Bang , estrenada en mayo en Ciudad Cultural Konex, con dirección de Corina Fiorillo y las actuaciones de Raquel Albeniz y Alejo Mango.

Por esa época, Ares escribía una novela, que planea publicar próximamente, y el borrador de otra obra, protagonizada por tres personajes. Había terminado su relación laboral con el diario español El País , después de veintitrés años, y sentía la necesidad de probar nuevos rumbos. Su amistad con Gabriela Michetti lo llevó a aceptar la dirección del equipo del gobierno porteño que prepara los festejos por el Bicentenario en la ciudad de Buenos Aires.

-Big Bang propone un juego teatral dentro del teatro. ¿Por qué decidió reflexionar sobre un oficio que le es ajeno?

-Como no soy un hombre de teatro, me propuse interpelar ese mundo. Vi muchos espectáculos que me resultaron incomprensibles. Yo quería hacer una obra que se entendiera y, además, que interpelara al público, al teatro y los actores. Quería remover la idea de que el teatro es sólo imagen, sensaciones. En una entrevista para el programa, algún actor me ha llegado a decir que el texto no importa. Eso, para mí, es desconcertante. Además, como soy periodista, siempre tuve claro que, al margen de las reflexiones, tenía que contar una historia.

-¿Escribió en formato teatral con la idea de montar la obra o al principio fue un ejercicio?

-Si bien la intención siempre fue estrenar la obra, no tenía la experiencia de un autor teatral, que requiere de ciertas herramientas y códigos propios. Entonces, consulté a un amigo, Tito Cossa. Le llevé lo que había escrito y él, con mucha paciencia y buena voluntad, me dijo algo muy estimulante: "Tenés buen oído para la música del teatro". Eso me animó a seguir adelante.

-¿Cómo siguió?

-Después de escribir el monólogo, tuve la sensación de que esa escena ocurría por única vez. Como si fuera una obra de teatro de una sola función. Entonces vino la pregunta sobre el porqué. El protagonista siente tanto dolor por esa antigua relación que no puede enfrentar a la mujer. Arma una ficción para decirle lo que no puede decir en la vida real. Ahí empiezan las dudas: cuando actúan, ¿se están diciendo la verdad? ¿O están actuando? ...se es el juego.

-¿Qué enseñanzas le dejó su primera experiencia como autor teatral?

-La etapa de escritura es muy solitaria. Como no tenía contactos en el ambiente, recurrí a una amiga escritora y guionista, que conocía a la directora, Corina Fiorillo, y le pasó mi obra. A ella le gustó y armó el proyecto. Ajustamos el texto, buscamos sala y formamos una cooperativa para la producción. El equipo trabaja como si cobrara fortunas, pero sabemos que una sala de ochenta espectadores no genera dinero. Descubrí algo extraordinario del teatro: se participa de un mundo en el que uno es feliz, sin mandatos ni presiones. Es un trabajo entre gente que se quiere, se ayuda, se alegra cuando salen buenas críticas y vienen espectadores.

-¿Cómo se sintió al ver que cobraban vida los personajes del papel?

-Esa primera impresión fue muy fuerte. Fui al primer ensayo y no quise ir más. Sentí dudas, me angustié, es una exposición muy grande. El día del estreno estaba muy nervioso. La directora logró lo que yo me había propuesto: que los actores no tuvieran de dónde agarrarse, que estuvieran toda la obra en escena, que pusieran el cuerpo y la voz sin poder ocultarse. Creo que el teatro es cuerpo, sangre, alma, no escenografía y maquillaje. El teatro es una historia y sus personajes, no necesita fuegos artificiales. Eso es lo que me transmitían los actores en las entrevistas para el programa: salen al escenario y no hay toma dos. Es la verdad dentro de la ficción.

Big Bang habla sobre la mentira y la verdad. ¿Hay un cruce temático con su novela y la otra obra que tiene escrita?

-Algo de eso hay. La novela, que se llama Nunca será igual con otro , también trata el tema de la ambigüedad entre la realidad y la ficción. Es la historia de un hombre que se va a suicidar, pero su otro yo, que es el narrador, no está tan convencido y trata de hacerlo cambiar de idea. La otra obra, Pacto de suerte , es una comedia brutal sobre dos hombres que preparan un espectáculo de tango para turistas, pero en realidad ocultan que quieren atentar contra el embajador de Estados Unidos como último acto reivindicatorio de su lucha perdida. Ahora estoy escribiendo una versión teatral de la novela. Después de pasar la peor etapa, la de pensar por qué me habré metido en esto, dije: voy a hacerlo de nuevo.

Por Natalia Blanc
De la Redacción de LA NACION

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