TEATRO: ENTREVISTA A CARLOS ARES
El teatro como una adicciónEl periodista debuta como autor teatral con "Big Bang (si todos mentimos, nadie miente), en el Konex.
Por: Camilo Sánchez
LA OBRA ARES CUENTA QUE LA ESCRIBIO ESCUCHANDO MUSICA DE LOS REDONDITOS DE RICOTA. "FUE MUY INSPIRADORA PARA IMAGINAR LO QUE SEGUIA".
Sobre el arte de la simulación y sus alcances, en el teatro, pero también en la vida. Big Bang (Si todos mentimos, nadie miente), primera obra de Carlos Ares, que se estrenó en la Ciudad Cultural Konex, alude a la ficción que una pareja de actores entreteje en escena y a la representación que se pone en juego en lo que denominamos la realidad.
"Supongo que después de entrevistar a 60 actores para el programa Troesma, durante cuatro años, algo de todo lo que me contaron quedó rondando. Es un oficio de gente muy vulnerable. Los conozco y los veo sensibles, dependientes, necesitados siempre de reconocimiento", apunta Ares, quien fuera director de la revista
cultural La Maga y corresponsal porteño del diario El País de Madrid durante más de dos décadas. "Primero escribí el monólogo de la actriz, sobre la idea de miento, y qué¿ y de ahí surge el si todos mentimos, nadie miente. Después vino la historia. La escribí escuchando a Los Redondos: esa música y la poesía del Indio Solari, uno de los más grandes poetas argentinos, fue muy inspiradora para imaginar lo que seguía", dice.
La puesta de la obra es responsabilidad artística de Corina Fiorillo, que viene de dirigir la premiada Desdichado deleite de un destino y Raquel Albeniz y Alejo Mango son los actores. En escenas, sus personajes se reencuentran sobre un escenario despojado de una sala vacía, en lo que -parece- una convocatoria para la puntada inicial de un proyecto teatral.
Ares asegura que llevar adelante una obra, en el plano del teatro independiente porteño, tiene el carácter de un desafío. "Es un laburo muy artesanal. El placer está primero en escribir y luego en integrar un equipo que durante un tiempo suspende la realidad y se mete en ese mundito de ensayos, puesta, voces, luces, música, escenografía, donde te sentís nuevamente un chico que sólo hace las cosas porque te da la gana", dice.
El texto de Big Bang... planea sobre la ambigüedad y propone un juego especular que pivotea sobre los alcances de verdad, mentira, realidad y ficción. Eso le permitió, en su dramaturgia, hablar sobre el teatro dentro del teatro. "Me gusta eso, las preguntas: ¿actúan?, ¿mienten?, ¿eso es verdad? Y el hecho de que sean actores en un escenario daba para entrar y salir del juego. Actuar es play, es decir, jugar. Por otra parte, después comprendí que el personaje actor-director que monta esa función por única vez lo hace porque no puede con el dolor que ese amor todavía le produce. Sólo en la ficción la puede enfrentar, volver a verla y hablar, aunque sabe que será por última vez. Por eso se pregunta, ¿el teatro resuelve el conflicto o sólo lo expone?", reflexiona Carlos Ares.
Inquieto con el nuevo formato en que desembarca su palabra, Ares se muestra agradecido. "Tuve mucha suerte -dice- en que se interesara por el texto una directora muy prestigiosa como Corina Fiorillo, nominada al premio ACE el año pasado. Ella convenció a los actores, Raquel Albeniz y Alejo Mango: es emocionante semejante apoyo para alguien que debuta en esto. Igual, la cuestión recién empieza: tengo escrita dos obras más. El teatro es adictivo".
"Supongo que después de entrevistar a 60 actores para el programa Troesma, durante cuatro años, algo de todo lo que me contaron quedó rondando. Es un oficio de gente muy vulnerable. Los conozco y los veo sensibles, dependientes, necesitados siempre de reconocimiento", apunta Ares, quien fuera director de la revista
cultural La Maga y corresponsal porteño del diario El País de Madrid durante más de dos décadas. "Primero escribí el monólogo de la actriz, sobre la idea de miento, y qué¿ y de ahí surge el si todos mentimos, nadie miente. Después vino la historia. La escribí escuchando a Los Redondos: esa música y la poesía del Indio Solari, uno de los más grandes poetas argentinos, fue muy inspiradora para imaginar lo que seguía", dice.
La puesta de la obra es responsabilidad artística de Corina Fiorillo, que viene de dirigir la premiada Desdichado deleite de un destino y Raquel Albeniz y Alejo Mango son los actores. En escenas, sus personajes se reencuentran sobre un escenario despojado de una sala vacía, en lo que -parece- una convocatoria para la puntada inicial de un proyecto teatral.
Ares asegura que llevar adelante una obra, en el plano del teatro independiente porteño, tiene el carácter de un desafío. "Es un laburo muy artesanal. El placer está primero en escribir y luego en integrar un equipo que durante un tiempo suspende la realidad y se mete en ese mundito de ensayos, puesta, voces, luces, música, escenografía, donde te sentís nuevamente un chico que sólo hace las cosas porque te da la gana", dice.
El texto de Big Bang... planea sobre la ambigüedad y propone un juego especular que pivotea sobre los alcances de verdad, mentira, realidad y ficción. Eso le permitió, en su dramaturgia, hablar sobre el teatro dentro del teatro. "Me gusta eso, las preguntas: ¿actúan?, ¿mienten?, ¿eso es verdad? Y el hecho de que sean actores en un escenario daba para entrar y salir del juego. Actuar es play, es decir, jugar. Por otra parte, después comprendí que el personaje actor-director que monta esa función por única vez lo hace porque no puede con el dolor que ese amor todavía le produce. Sólo en la ficción la puede enfrentar, volver a verla y hablar, aunque sabe que será por última vez. Por eso se pregunta, ¿el teatro resuelve el conflicto o sólo lo expone?", reflexiona Carlos Ares.
Inquieto con el nuevo formato en que desembarca su palabra, Ares se muestra agradecido. "Tuve mucha suerte -dice- en que se interesara por el texto una directora muy prestigiosa como Corina Fiorillo, nominada al premio ACE el año pasado. Ella convenció a los actores, Raquel Albeniz y Alejo Mango: es emocionante semejante apoyo para alguien que debuta en esto. Igual, la cuestión recién empieza: tengo escrita dos obras más. El teatro es adictivo".
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