de Carlos Ares - dirección: Corina Fiorillo


“Las dos caras del amor”

Dice Barthes en Lo neutro que hay ciertos espacios donde no se juega lo binario verdad-falsedad. Uno de esos terrenos es el del amor, de la pareja.
Un hombre y una mujer, los dos actores, se reúnen después de más de 10 años a ensayar una obra, una pieza, o lo que les quedó trunco de su propia vida.
¿Qué es lo verdadero? ¿Qué es lo falso? ¿Quién es este famoso autor que los convoca, galardonado en el Off Broadway? ¿Por qué están allí?
Alejo Mango y Raquel Albeniz se sacan chispas en un ensayo de su propio pasado. ¿Es ella una actriz exitosa de la tele, como ella dice? ¿Qué ha hecho él en estos últimos diez años? ¿Por qué no se volvieron a ver?
La obra contiene tics y chistes de actores y dramaturgos, pero pueden ser captados por un público más amplio. ¿Qué es la representación? ¿Hasta dónde llega la actuación? En suma, ¿dónde está la Verdad? ¿Existe una sola verdad?
La obra transita por los diferentes momentos de la pareja: la fascinación, la excitación, los celos, la ruptura y el abandono. Tal vez el autor debería haber buceado más en la verdad de ella, de lo que niega y llora, donde hay mucha riqueza. Pero decidió verlo desde el punto de vista masculino, y allí quedó, clausurado.
La puesta es simple pero eficaz, con dos gigantografías de los dos intérpretes a los costados del escenario, como una triste réplica de lo que fueron, en momentos de gloria y ya no podrán ser, los artistas brillando en las marquesinas.
La obra también habla de la búsqueda del propio yo en el trabajo del artista, sin hacer concesiones al teatro comercial o a la televisión, luchando por el sueño auténtico.
Como ya hemos dicho, las actuaciones están muy bien, con mayor lucimiento de Raquel Albeniz, la mujer de esta pareja de actores. Tal vez el dramaturgo se reprimió algunas escenas, pero ella las carga en su mirada oscura y herida.
La escenografía es funcional, con paneles que van y vienen. Y sólo ellos dos, con una obra que se sostiene en la actuación de Raquel Albeniz y Alejo Mango. Corina Fiorillo, la directora les dio la suficiente libertad para que los intérpretes creen sus personajes, con determinados ritmos y pausas. Como la vida, con su subibaja de emociones.
Silvia Urite - Notas de Teatro

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